lunes, 20 de enero de 2014

Capitulo 1


Eran como escapar siempre hacia atrás mirando hacia adelante, cometer todos los errores del pasado, cada día, cada tarde, cada vez más temprano. Lo hacían con otras personas, ni se conocían y después decían que no había momento que no se habían estado esperando. Él creía en el destino y ella creía en sus pasos, no se dieron cuenta que caminaban siempre hacia atrás y queriendo ir a roma, llegaron a amor.

Ni si quiera os he contado como tomaron contacto. Ella rifaba corazones en la playa donde el sol doraba todos los veranos sus años, él tocaba la guitarra, ¿cómo no? Y siempre canciones de amores baratos, que no se cansaban, que no cogían el teléfono para llamarnos.
Todo el mundo creía que ella era la diana de todas las miradas que caían, que se perdían entre arena y agua, pero ella era el dardo. Él se refugiaba en las cosas que no se decían, en piropos que desobedecía, en querer siempre menos que el contrario. Y chocaron.

Él la vio y recibió el dardo, le pregunto que con cuantas canciones de amor podría sacarla a bailar un rato. Ella contestó que era más de canciones de desamor, que no se guiaban por lo que podría haber pasado, si no por lo que sucedía. Que si quería sacarla a bailar que hiciera una noche del día, que entre arena y sal solo bailan los enamorados, y a ella aún le falta un cubata para decirle que él si era tan guapo y que ella no lo era tanto.

Tocó 3 canciones,  a la media él estaba colgado de esos ojos que miraban sus manos. A la segunda ella estaba pensando en cómo empezar una conversación  cuando terminara de tocar en la que él la acabara besando y ella se lo pusiera difícil para que no se lo creyera demasiado. La tercera canción fue de cortesía para el público que sostenía los vértices de lo que estaba pasando, para los amigos de el que estaban flipando, para las amigas de ella que estaban suspirando.

Se fueron y se ducharon, fue su última ducha por separado, quedaron en 1 hora para cenar risas y algún roce que fuera marcando las horas de un reloj que ya se había parado.

Por supuesto que fueron a bailar y por supuesto que desde ese momento decidieron que no se iban a volver a despegar. Como en la canción de Suarez cada paso era un apriétame más, y no se daban cuenta que hace unas horas no se conocían, que estaban perdidas ya sus memorias. Él la tenía dibujada a ella en su pupila cuando cerraba los ojos por las luces de cualquier discoteca y ella era el dardo que se había clavado en su pecho pidiendo otra melodía, un me-dolía que empezaría esa noche y que abarcaría más capítulos de esta historia.
Iago de la campa  @Iagocampa

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